Pestalozzi (1746-1827) le da una dimensión práctica a las teorías de Rousseau y atenúa sus postulados más radicales incorporando aspectos importantes de educación social. Pestalozzi no se limita a elaborar una teoría educativa moderna sino que dedica todo su entusiasmo, fortuna y saber a poner en práctica sus ideas en una serie de instituciones que crea con tal finalidad. Para entender la obra y el pensamiento de Pestalozzi hay que leer sus libros principales El canto del cisne que viene a ser un balance de su quehacer pedagógico escrito con sencillez, claridad y bastante sinceridad.
Su primer proyecto educativo fue la granja Neuhof en 1767, que resultó un fracaso económico sobre todo por la falta de experiencia administrativa de Pestalozzi. La segunda experiencia fue en 1799 cuando el gobierno cede a Pestalozzi el castillo de Burgdorf, cerca de Berna, para que continuara allí sus experiencias pedagógicas. En esta ocasión trató de llevar a cabo un método de educación elemental capaz de conseguir un aprendizaje sólido, de forma natural e intuitiva, en el espíritu infantil. En ésta última etapa, con el centro de Burgdorf y la publicación de Cómo Gertrudis enseña a sus hijos, fue cuando más fama europea adquiere el nombre y las experiencias educativas de Pestalozzi; las visitas de educadores eran frecuentes, entre ellas las de Herbart, Fichte y Froebel.
Pestalozzi concibe la educación del pueblo como un mecanismo para transformar sus condiciones de vida. Para él, la educación elemental está basada en el desarrollo armónico de las capacidades intelectuales, afectivas y artísticas. El fundamento absoluto del conocimiento es la intuición entendida por Pestalozzi como el acto espontáneo y creador por el cual el niño se representa el mundo que le rodeo y que se manifiesta en tres leyes: el número, la forma y la palabra.
Pestalozzi, especialmente en sus primeras etapas, es un seguidor ferviente de Rousseau, pero pronto se observan en sus obras matices, primero, y luego planteamientos más serios que van marcando las diferencias. En Pestalozzi se reúne lo que aparece separado en Rousseau, la libertad de la naturaleza con la autoridad del deber; la instauración de un orden moral y una disciplina social es más eficiente en Pestalozzi que en Rousseau.
Sentimiento, intelecto y gusto constructivo práctico son para Pestalozzi los factores fundamentales de la acción humana que deben actuar de forma integrada mediante una educación equilibrada en su aspecto ético-religioso, intelectual y artesano o industrial.
Para Pestalozzi, la educación ético-religiosa, basa en la fe y en el amor, es previa a cualquier otro tipo de educación intelectual o manual y es tarea de los padres atender a ella desde los primeros momentos de la vida del niño.
Para Pestalozzi, la forma el número y el nombre son los elementos de la intuición o de la actividad cognoscitiva en general. El sujeto al captar la forma del objeto distingue además, sus partes, su número y lo asocia a una experiencia nueva a un sonido articulado o nombre.
Pestalozzi es partidario de revalorizar la experiencia de primera mano como la única que puede transformarse en un saber sólido. De esta manera, las instituciones oscuras se convierten en determinadas, éstas a su vez se transforman en representaciones claras que, a su vez, se convierten en conceptos evidentes. En el ámbito de las lenguas modernas también se muestra Pestalozzi inclinado por el método directo, practicando la lengua y no a través de listas de vocabulario, gramática y memoria. Concibe finalmente Pestalozzi a la educación del arte, o de la mano, como una de las fuerzas de género humano que debe ponerse al servicio de las fuerzas intelectuales y espirituales para transformar las propias disposiciones o la realidad externa. La combinación entre enseñanza y producción tendría un importante futuro en la enseñanza occidental de la segunda mitad del siglo XIX y XX, llegando a ser uno de los principios fundamentales de la educación de los países comunistas durante bastante tiempo.
Pestalozzi un hombre afortunado porque consiguió vivir para comprobar el éxito de sus experiencias educativas; sus espléndidas intuiciones, sus ideas renovadoras se extendieron por toda Europa y su nombre se hizo popular entre los educadores y hombres de cultura. Su aire liberal y progresista, su seguimiento del ideario educativo y filosófico rousseauniano, lo convirtieron en un personaje a imitar, sus experiencias fueron propuestas por todos los renovadores que se precisaran y sus doctrinas dieron la vuelta al mundo.
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