Tal vez empiezo hoy a escribir porque ha llegado el momento o simplemente porque tengo la necesidad de contar mi historia. Varias ideas se me pasan por la cabeza, varios pensamientos y reflexiones que desearía plasmar y contar. No se cuando empezó todo ni como fue, pero si se que me han hecho ser como soy. Tampoco se si es una pesadilla o una lección de vida pero hay que tener una cosa clara, “lo que no te mata te hace mas fuerte” y es una verdad con la que he aprendido a convivir toda mi vida. Pues en todo momento hay un reto que debes superar, ahora también debo superarlo.
Todas las historias surgen de una realidad, las personas tenemos la necesidad de contar lo que pasa por nuestra mente o lo que vivimos. Lo que nos hace seres únicos en esta vida es la capacidad de empatía que tenemos. Somos seres sociales que necesitamos constantemente el apoyo y reconocimiento de los demás, si perdiéramos nuestra capacidad para reconocer cómo se siente los demás probablemente dejaríamos de ser personas normales. Cuando vemos un cuadro, una escena social o una representación teatral somos capaces de ponernos en la piel de la otra persona, saber como se siente.
Muchas veces hacemos daño a los demás sin darnos cuenta, podría contar muchas historias de esto pero no es mi idea ni mucho menos. Reflexionamos y pensamos “Mi libertad acaba donde empieza la del otro” bellas palabras que deberíamos tener escritas en el tapete de la entrada de nuestra casa. Sin embargo cuantos crímenes pasionales se comenten, cuantos delitos podríamos llegar a cometer cuando por nuestras venas corre el flujo de las pasiones. No somos seres tan racionales como pensamos y aún somos menos predecibles de lo que creemos. Decimos que nosotros controlamos, decimos que podríamos dejar de fumar, beber, de drogarnos cuando queramos pero… ¿Es cierto lo qué decimos o simplemente es la imagen que vendemos?
Como decía anteriormente somos seres sociales y necesitamos vendernos para encontrar el reconocimiento social de los demás. Pero no somos más que un conjunto de hipocresía y melancolía que detrás de un disfraz vende una imagen de justo, de exitoso y sobre todo de ser una persona normal. Pero nadie es tan normal como intenta vender, no somos ni tan siquiera la mitad de lo normal que vendemos, es más compramos el vicio de la pornografía y del alcohol y por nuestra mente pasan ideas de lujuria y desenfreno y después simplemente nos escandalizamos cuando el hijo o la hija del vecino hace lo que nosotros tanto deseábamos hacer. Esto no es más que una muestra de nuestra capacidad para ponernos en el lugar de los otros y saber lo que ha disfrutado, por nuestra mente pasan ideas como por ejemplo: ¿Cómo se ha atrevido? ¡Será descarada! Y así ocultamos ante los demás nuestros verdaderos deseos y mantenemos la imagen de normalidad que deseamos proyectar en los demás.
¿Qué quedaría de nosotros si mostráramos esta imagen?
Exilios ajenos
Hace 1 semana
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