Ya veis que no soy un pesimista ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota ninguna: a mí no me ha derrotado nadie y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista, porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más que un camino que el de su casa o su negocio y desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale más algún cálculo financiero de la matemática de su egoísmo. ¡Trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla!
El terrorismo de mi estrategia es infinito y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y aniquilar al adversario, obligándolo a recorrer distancias inmesurables, a combatir sin comer ni beber, ni tomar aliento la vida entera y, cuando se acabe la Tierra, a cabalgar por aires sobre corceles con alas si quieres perseguirme por los campos de la imaginación del ensueño.
Y después el enemigo podrá renovar a su gente por la fuerza o por el interés porque no resistirán mucho tiempo y entonces, o se queda solo o se pasa al Amor y será mi conquista y se rendirá con armas y bagajes a mi ejército invisible e invisible.
Enrique Mariscal, Cuentos para regalar a personas que aman.
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