Las dos respuestas más habituales a la cuestión principal de la teoría del conocimiento son: el conocimiento estaba ya en nuestra mente cuando vinimos al mundo (racionalismo-innatismo), o lo obtenemos del mundo exterior (empirismo-ambientalismo).
Los dos puntos de vista clásicos
El origen del racionalismo se atribuye a la filosofía de Platón. Este filosofo griego argumentaba que el conocimiento verdadero no podía derivarse de algo tan cambiante e inseguro como las impresiones sensoriales, proponiendo que la mente dispone ya de ciertas “ideas puras” e inmutables acerca de los objetos. Postulaba que todo lo que conocemos está ya en nuestra mente al nacer; y lo que llamamos aprendizaje no sería más que la actualización de ese conocimiento, haciéndolo consciente mediante el desenvolvimiento lógico de la razón.
El racionalismo se ha venido manifestando muy claramente en numerosos campos de la Psicología contemporánea. Dicho de manera breve, desde esta perspectiva se considera que tanto el desarrollo físico como el desarrollo psicológico son esencialmente procesos de crecimiento o maduración de estructuras innatas.
Esta perspectiva se propagó con cierta facilidad dentro de la psicología contemporánea. Sin embargo, en la Psicología del desarrollo ha encontrado mayor resistencia dado que se está defendiendo una visión “antievolutiva” del desarrollo: se asume que no puede aprenderse nada más allá de lo impreso en las estructuras innatas.
El movimiento antagónico al racionalismo es el empirismo, inicia por Aristóteles como el auténtico método de conocimiento. El empirismo toma la experiencia como base de todo posible conocimiento. Ciertamente Aristóteles admite la razón como una facultad necesaria e incluso innata, pero los conceptos formados no lo serían. Este conocimiento, los conceptos abstraídos de la experiencia no serían más que la representación mental de las asociaciones observadas en el mundo externo, que constituirían por tanto, la base del aprendizaje y la memoria.
Posteriormente, a través de los empiristas ingleses el asociacionismo se ampliaría prácticamente a todos los fenómenos mentales. Sin embargo, desde el “asociacionismo mentalista” (sólo preocupado de comprender el conocimiento y la funciones mentales) se pasaría al “asociacionismo conductista”, el cual no sólo ignora la mente sino que la rechaza como objetivo científico, centrándose exclusivamente en las bases objetivas (observables) del aprendizaje conductual. El conductismo fue generando un descontento que desembocaría en un nuevo movimiento: el cognitivismo, que, asumiendo un nuevo asociacionismo más abierto, supone para la Psicología la recuperación de “lo mental” como objeto de estudio científico.
Constructivismo
El constructivismo se inscribe en parte dentro de la nueva ola cognitivita que surge como reacción al conductismo radical, sobre todo ante la acumulación de datos que indican la necesidad de postular otros procesos (internos) más allá del asociacionismo simple entre estímulos y respuestas.
En un intento deliberado por resolver el antagonismo entre empirismo y racionalismo. Kant admite las dos fuentes de conocimiento: la innata, que le da “forma” y la de la experiencia, que proporciona el “contenido”; y las combina y relaciona mediante un argumento aparentemente sencillo: es la propia mente humana la que construye el mundo que conocemos.
La filosofía kantiana subyace a muchos planteamientos de la psicología científica pero quizá donde se ha plasmado de una manera más influyente la nueva perspectiva constructivista ha sido en las teorías sobre el desarrollo, especialmente a partir de la atribución de un papel activo a sujeto.
Así en última instancia, el debate que se plantea no es ya si se da algo innato sino cuál es su naturaleza: ¿Construyen programas simples a ejecutar (maduración), o es un mecanismo que construye sus propios programas activa o interactivamente?
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