Sujomlinski nació en septiembre de 1918 en Ucrania, en una casa humilde en los lugares donde viviría y trabajaría toda su vida. Después de haber terminado sus estudios de magisterio participó en la II Guerra Mundial resultando herido de gravedad por metralla mientras su esposa era tortura y asesinada por los nazis, hecho que le marcaría profundamente. Como no pudo regresar al frente de batalla por sus heridas volvió a Ucrania y fue nombrado jefe de departamento distrital de instrucción pública; en esta época se configura su pedagogía y especialmente su dimensión pedagógica de protección de los niños. Deseando estar más cerca de los niños, en 1947 se hace cargo de la dirección de la escuela en Pavlísh, que él haría famosa, compartiendo su actividad docente con la elaboración de su obra pedagógica. Así transcurren más de veinte años de plena actividad dedicada enteramente a la infancia, hasta que las secuelas de las heridas de guerra le producen la muerte en 1970.
Su obra representa la aplicación del personalismo educativo al contexto comunista; lo que de principio puede parecer una paradoja- valorar la persona en un contexto social –se reconvierte en una propuesta educativa auténticamente cautivadora, no lejana de idealismos aparentemente “occidentales” y burgueses. Cabe tener en cuenta que algunos de sus libros se titulan El mundo espiritual del escolar (1961), La educación de la personalidad en la escuela soviética (1965), Mi corazón es para los niños (1969), que creo que expresan claramente este sentido ideológico aparentemente diferenciado a lo que se considera un autor marxista.
Toda su pedagogía se basa en la persona, en el niño, del cual quiere desarrollar todo su potencial y todas sus posibilidades, a través de la alegría, la felicidad y la libertad, hasta tal punto que su escuela, es denominada la escuela de la alegría.
Toda enseñanza debe basarse en la felicidad de los niños y en la alegría infantil. Si el niño está triste o preocupado, jamás podrá aprender, de ahí que sea la misión del maestro adaptar la escuela a las necesidades infantiles procurando con ello que el niño sea feliz en la escuela. No nos extrañe entonces, que en su escuela los niños aprendiesen jugando y paseando. Todo un discurso idealista y paidocentrista, tal como se ve, en un autor considerado el arquetipo de la educación comunista de los últimos años.
Sujomlinski junto con sus alumnos construía la “gruta de ensueño”, en donde se refugiaban los días de invierno; allá corrían aventuras, se imaginaban historias, las escribían, las dibujaban, escribían poemas…Nuestro autor siempre pensó que para llegar a la mente se tenía que pasar por el Corazón. En definitiva su forma de enseñar era aprovechando la forma de ser de los niños.
Como puede intuirse Sujomlinski pasaba del juego a la laboriosidad, se aprovechaba del ser niños para motivarlos en sus deseos y lograr hacer realidad sus fantasías. Para ello el trabajo, la actividad, estar siempre ocupados, promover la posibilidad de superarse, llegar a lo imposible formaba parte también del proceso educativo de la escuela de la alegría. El niño es feliz con proyectos, con proyectos difíciles, que nunca había soñado. Construir un aparato, hacerlo funcionar, lograr su felicidad por haber conseguido el objetivo que parecía inalcanzable, formaba parte de la dinámica de Sujomlinski. Para se creaba un ambiente estimulante y motivador, pleno de trabajo y de acción (lo que nuestro autor denominaba campos de tensión). Con ello no eran necesarias las órdenes y los mandatos ya que eran los propios niños los que estudiaban, investigaban, consultaban para hacer, para lograr el objetivo propuesto, para dar forma a sus fantasías, para construir el helicóptero, tal como así sucedió.
Sujomlinski con todo ello no quería tanto que los niños estudiasen como que tuviesen ganas de estudiar. No quería forzarlos a hacer algo que no les gustase, sino que pretendía que fuesen ellos mismos los que aprendiesen, se diesen cuenta de la necesidad de estudiar y que por ello mismo estudiasen. Para ello, era necesario poner en práctica los campos de tensión, o sea el clima de trabajo necesario, junto con la estimulación y motivación, acorde a sus juegos e intereses, para que así se pusiesen a hacer, a realizar, y durante el proceso viesen la necesidad de aprender y por tanto de estudiar.
Ahora bien, con ellos, Sujomlinski acoplaba su discurso, romántico y personalista, con la ideología propia del comunismo. El niño, el hombre, sólo se puede desarrollar en todas sus posibilidades dentro de un ambiente colectivo de trabajo y de estímulo en busca del bien y del objetivo común. Sujomlinski ve lo comunitario como un medio para desarrollar al hombre comunista. Y es lógico que así fuere; en su tiempo, la sociedad comunista ya estaba formada, ahora y para el bien de la sociedad se trataba de desarrollar al máximo las posibilidades individuales, a fin de que su esfuerzo y trabajo redundase en beneficio de toda la sociedad. El personalismo de Sujomlinski se consigue entonces gracias a la fuerza y al estímulo que proviene de la comunidad del trabajo colectivo.
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