Aunque durante años alternaba el trabajo terapéutico con la docencia universitaria, la psicoterapia ha sido la actividad fundamental de Carl Rogers.
Carl Rogers nació 1902 en Illinois en una familia muy piadosa y con una moral muy estricta. Después de intentar estudiar agronomía, ser pastor protestante, estudiar historia e ingresar en un seminario acabó abandonando la religión por entender que las creencias religiosas limitan la capacidad de desarrollo personal. Con posterioridad se interesó por la pedagogía y psicología clínica, que se convertiría en su dedicación profesional, después de entrar como interno en el Institute for Child Guidance de Nueva York, y estudiar la psicología freudiana y los métodos de Otto Rank.
A través de sus experiencias de psicoterapeuta va elaborando una filosofía original que sería la base de su trabajo en psicoterapia y en pedagogía. Es el pionero de una psicología humanista centrada en la percepción individual del mundo y practicaba una psicoterapia, alejada tanto del conductismo como del psicoanálisis, que atendía de forma primordial a la relación interpersonal entre terapeuta y cliente. Fallece en La Jolla, California, en 1987. Rogers basa su ideario como terapeuta en el ámbito educativo en la crítica al sistema educativo universitario que conocía que se caracterizaba por suponer la certeza de los tres criterios siguientes: el estudiante es incapaz de realizar su propio aprendizaje científico y personal, aprobar exámenes es el mejor criterio para seleccionar a los estudiantes y que el alumno aprenda lo que el profesor expone.
Rogers explicó su punto de vista a este respecto en una conferencia que dio en la universidad de Harvard y que duró tan sólo diez minutos en la que vino a decir que explicar algo a otro es negativo porque, si se aceptaban sus explicaciones, los alumnos perderían confianza en sus propias experiencias y en sus posibilidades de creación, o bien el intento fracasaría si los alumnos no llegaban a asimilar lo que intentaba trasmitirles. Las conclusiones que sacaba Rogers de tales afirmaciones venia constituir lo que se ha denominado la “bomba pedagógica”:
Esta experiencia implicaría que hay renunciar a la enseñanza. Quienes desearan aprender se reunirían para hacerlo.
Se aboliría los exámenes, porque no miden más que conocimientos sin valor.
Por lo mismo habría que suprimir todos los diplomas o menciones.
Por idéntica razón se derogarían los diplomas en tanto que títulos de competencias.
Otra implicación sería que hay que renunciar a sacar conclusiones, pues es evidente que nadie adquiere conocimientos por medio de conclusiones.
La teoría de la no directividad se basa en potenciar la libertad de elección y opción personal del educando evitando una excesiva participación del terapeuta o del educador. La no directividad parte de una serie de presupuestos a los que Rogers había llegado a través de experiencia en el aula y en la terapia individual y grupal que se pueden resumir en que el único aprendizaje que puede influir significativamente sobre la conducta es el que el individuo descubre y acepta por sí mismo y en que es preciso tener una actitud de apertura positiva hacia el aprendizaje y hacia nuevas experiencias. En la no directividad la enseñanza aparece centrada en el estudiante, la clave del proceso es que el alumno se responsabilice de su aprendizaje, porque sólo el estudiante es quien aprende, aunque podrá ser ayudado en sus dificultades de aprender si lo necesita. Para ello, es preciso que los terapeutas creen las condiciones oportunas que faciliten tal actitud. A su vez la auto-dirección se halla estrechamente relacionada con la no directividad.
El docente se mostrará como es.
Si las condiciones circunstanciales se mantienen favorables, el organismo tiende invariablemente, a la actualización. La noción de “tendencia actualizante” es el postulado fundamental de la terapia centrada en el cliente. La hipótesis que late en la base de toda concepción rogeriana es que cuando la tendencia actualizante puede ejercerse en condiciones favorables, es decir, sin dificultades psicológicas graves, el individuo se desarrollará en el sentido de la madurez.
El objetivo de la terapia centrada en el cliente es crear condiciones en las que el sujeto pueda cambiar lo que no está funcionando bien con él. Rogers concibe su labor en todos los campos como “facilitador” que crea condiciones en las que el cambio es posible, pero las decisiones y las acciones son del cliente, que debe guiar el proceso. El terapeuta no desea que el cliente siga un camino determinado sino que decida el que sea propiamente suyo. Para ellos el terapeuta debe estar dotado de un alto grado de madures emocional y autocomprensión y poseer tres características esenciales: empatía, autenticidad y concepción positiva y liberal de las acciones humanas.
El proceso que permite al educando vivir integralmente como persona se caracteriza por estar basado en la mayor apertura a la experiencia, en la mayor tendencia a vivir íntegramente cada momento y en la mayor confianza en su organismo.
Rogers entiende que la enseñanza debe estar centrada en el estudiante y en sus valores. Los valores de los que habla Rogers son los democráticos. Hay que recordar que para Rogers el núcleo de la relación educativa esta centrado en el aprendizaje y no en la enseñanza. El acto educativo es un acto esencialmente relacional; se trata de liberar las comunicaciones, de hacerlas posible y de alentarlas. Educar no ha de ser enseñar sino aprender, en cuanto el aprendizaje no puede realizarse sino cuando el alumno manifieste deseo de aprender, por eso tratar de enseñar a quien no tiene interés carece de utilidad y sentido. La clave del aprendizaje es aprender a cambiar.
Una persona educada según los principios rogerianos, debería ser una persona que funciona plenamente y se caracteriza por ser una persona poseedora de una percepción superior de la realidad, una mayor aceptación de uno mismo, de los demás y de la naturaleza, una mayor espontaneidad…Se sabe que una persona ha alcanzado plenitud de funcionamiento cuando:
Es capaz de vivir plenamente con cada uno de sus sentimientos y reacciones.
Utiliza todo su equipo orgánico y toda la información que le proporciona su sistema nervioso, haciendo intervenir su conciencia.
Permite que su organismo funcione en toda su complejidad para seleccionar la conducta más satisfactoria en un momento preciso.
Es capaz de confiar en su organismo y experimentar todos sus sentimientos y no teme a ninguno.
Está comprometido de una manera total en el proceso de ser el mismo y así descubre que el un ser social y sólidamente social.
Es un organismo que funciona plenamente y como su conciencia de sí mismo fluye libremente, a través de sus experiencias es una persona que funciona en plenitud.
La teoría de la relación educativa es fundamental también en Rogers. Para este autor un determinante básico de la relación son las actitudes que debe tener el facilitador del aprendizaje manifestadas en sus tareas.
Corresponde al facilitador crear un clima inicial en el que las experiencias de grupo y clase se vean posibilitadas.
Comunicar a todo los componentes del grupo su confianza básica en la clase como tal y en cada uno de sus integrantes.
El educador facilita el esclarecimiento de los objetivos individuales, así como de los propósitos del grupo.
Otorga plena confianza a la fuerza motivacional.
Suministra todo tipo de recursos de aprendizajes.
El mismo se pone a disposición de los estudiantes así como recurso que puede ser utilizado.
No pone resistencia a la aparición de cualquier tipo de contenido de la parte de los estudiantes.
El facilitador se esfuerza por convertirse en uno más del grupo, intentando intervenir en un plano de igualdad con todos los demás integrantes.
Presentará especial atención a las expresiones de sentimientos personales profundos.
El facilitador debe situarse entre los estudiantes como una persona falible, con sus propios problemas por resolver y sus propias inquietudes.
Las actitudes que hay que poner en juego para que las tareas mencionadas se puedan realizar son: consideración, aprecio, aceptación y confianza del facilitador respecto al estudiante y comprensión empática.
La evaluación es un aspecto importante dentro de la teoría y la práctica educativa de Rogers. Para él sólo hay una persona capaz de evaluar el proceso de aprendizaje: el propio alumno. No obstante para Rogers existen una serie de limitaciones a la libertad en la educación no dirigida, entre las que destaca: el facilitador nunca dará más confianza con la que sienta auténtico y comprometido, las circunstancias de la vida y la edad y características de los estudiantes.
En todo caso la pedagogía rogeriana ha recibido críticas de la pedagogía tradicional que la acusa de mantener a los niños estancados en un período muy primitivo de su desarrollo, sin que se les proporcione los medios para salir de él e incorporarse a la sociedad adulta. Por su parte, la izquierda le acusaba de trabajar para el sistema establecido al plantearse como objetivo adaptar a los individuos a las estructuras sociales favoreciendo la pervivencia del orden existente.
2 comentarios:
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Interesante
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